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El presidente Chávez expropió en mayo más de 70 empresas, y algunos seguidores consideran que puede arrebatarle a Castro el título de primer expropiador mundial Por: José Suárez Núñez
El 1º de enero de 1959 Fidel Castro escuchó por onda corta de una emisora radial venezolana, en su campamento de la Sierra Maestra, que el general Batista había abandonado el poder y estaba llegando a Santo Domingo, República Dominicana, alrededor de las ocho de la mañana. Castro no tenía el control del país, pero Batista ya no estaba y su salida fue sorpresiva. Todo vino como un aluvión. Días antes soldados y guerrilleros estuvieron negociando un “alto al fuego” durante todo el mes de diciembre de 1958.
Oficiales del Ejército cubano enviados por el presidente Batista, se habían estado entrevistando con Castro, para buscar un entendimiento decoroso para ambas partes. Unos 22 meses después del triunfo de la revolución, habían concluido los fusilamientos de los militares perdedores, al mando del Che Guevara, una historia de terror ampliamente reseñada y el gobierno castrista estaba consolidado. No había partidos políticos, se habían eliminado las dos Cámaras del Congreso, el Poder Judicial fue totalmente removido. La mayoría de la población estaba entusiasmada, aunque no habían creado un solo empleo, no había llegado ningún inversionista extranjero y los capitales nacionales estaban aterrorizados. Carlos Marx dio la solución. Había que apoderarse de todo para que avanzara la revolución. Sin pensarlo mucho, el 13 de octubre de 1960, el presidente Oswaldo Dorticós Torrado y el primer ministro Fidel Castro, en Consejo de Ministros expropiaron 366 empresas, que representaban toda la economía privada del país. La lista incluyó 105 centrales azucareros, 47 almacenes de víveres, 13 tiendas por departamentos, 61 textileras, droguerías, cines, imprentas, empresas de alimentos, lácteas, destilerías y como dato significativo todos los bancos nacionales y extranjeros. Los bancos recibieron como remuneración por sus propiedades nacionalizadas 10.000 pesos cubanos. El decreto publicado en la Gaceta Oficial, puso el país en manos de una sola persona. Las nuevas generaciones de cubanos no conocen esos ingenios azucareros, porque les cambiaron los nombres por simpatizantes de la revolución, países extranjeros, amigos revolucionarios, lo cual los hace irreconocibles. Uno de ellos está en Venezuela, porque lo desarmaron, embarcaron en un buque y lo volvieron a armar en Venezuela, dentro del programa del etanol. Sólo el flete costó 20 millones de dólares y no tiene valor comercial porque es chatarra. Cuba, que era la azucarera del mundo, con una producción de 10 millones de toneladas anuales, ahora con dificultades llega a 2 millones de toneladas. Hay muchas versiones erróneas sobre la industria azucarera cubana. Una característica interesante era que los capitales españoles eran los propietarios de la mayoría de los centrales, sin descontar la importancia de Estados Unidos en el control de la zafra cubana. Dentro del negocio dos capitanes de empresas estaban enfrentados con mucha frecuencia. Pancho Blanco, que en la bolsa de Chicago siempre pujaba hacia los precios altos del azúcar, y operando hacia los precios bajos en continuo enfrentamiento estaba Julio Lobo Olavarría, quien tenía mayor control sobre más centrales azucareros. Lobo era un joven caraqueño que emigró a Cuba y nunca abandonó su pasaporte venezolano, y se le identificaba en los medios periodísticos como el “zar del azúcar”. Hay reseñas de la época posterior al triunfo de la revolución. Señalan que antes de tener el gobierno cubano el control de todos los negocios del país, Fidel Castro, acompañado del Che Guevara, visitó a Lobo en su palacete-museo en la ciudad de Varadero. Le propusieron designarlo presidente del Consolidado del Azúcar, que sería creado, porque nadie como él podría manejar el negocio del azúcar en el escenario para beneficio de Cuba. Varios días después y sin esperar la segunda cita, Julio Lobo abordó un avión privado y nunca más regresó a Cuba. Todas las referencias de la época y las posteriores revelan que Fidel Castro, cuando procedió a asumir el control absoluto de la economía privada, encabezando la acción con la industria azucarera, que era el equivalente al petróleo en Venezuela, mantenía relaciones con EEUU, no se había identificado como marxista-leninista, aún no era aliado de la Unión Soviética, y la bandera de las expropiaciones era el nacionalismo, el desarrollo estratégico de la nación, actividades estratégicas. Mencionaba también el decreto de expropiación, que los empresarios eran enemigos del país, ejecutaban sabotajes, se llevaban las divisas y mantenían una política contraria a la revolución. Cuestionaba a los empresarios por el estímulo a la ganancia y por ser aliados del imperialismo financiero. Cincuenta años después del triunfo de la revolución cubana, desde mediados del año pasado el presidente Hugo Chávez ha acelerado el ritmo de su gobierno hacia el socialismo. Empresas eléctricas, telefónicas, cementeras han sido intervenidas y ahora la batalla frontal es contra las compañías contratistas de la industria petrolera. No hay ninguna novedad en las consignas, algo similar a la consigna de la Revolución de Octubre de “todo el poder para los soviets”. Un partidario del chavismo, sin perder el humor, decía que apostaba 100 dólares a una locha, a que el presidente Chávez rompía el récord de Fidel Castro, cuando expropió 366 empresas en un mismo día y con un mismo decreto.
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