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Por Gonzalo Ruiz Álvarez  

La libertad de expresión y de prensa está seriamente amenazada en varios sitios del planeta. Dos nuevos casos preocupantes se han registrado en distintas latitudes estos días: Venezuela e Irán.

En Venezuela, una vez más la arremetida del populismo caudillista pintado de revolución bolivariana amenaza a la estación televisiva Globovisión.  Ya cerraron Radio Caracas Televisión y de nada valieron las protestas populares, la advertencia de la comunidad intelectual y periodística no solamente de ese país sino de América y el mundo. Se cumplió la voluntad omnímoda del caudillo. Antes, hordas de garroteros atacaron a otros medios. El Gobierno ha cautivado una parte
importante del pastel de canales de televisión de aire y ahora dirige su mirada a las estaciones de cable.

Estos días, el Conatel venezolano (cualquier parecido es coincidencia),  abrió el cuarto expediente en seis meses contra Globovisión, por una presunta violación a la Ley al haber divulgado comentarios del periodista Rafael Poleo, quien dijo que el comandante Chávez debe cuidarse de no terminar como el fascista Benito Mussolini colgado cabeza abajo. Se comenta con preocupación en Caracas que esto podría traer como consecuencia el cierre de la estación con el perjuicio a la libertad que implica en un país donde las cortapisas a la libre expresión de las ideas, especialmente de quienes critican y se oponen al Régimen, son cada vez mayores.

Lejos, en tierras de la antigua Persia, se celebraron unas elecciones cuestionadas en las que los datos oficiales dan como amplio ganador Mahmud Ahmedineyad, un político fundamentalista, declarado enemigo de Occidente que ha dicho, entre otras perlas, que hay que borrar del mapa a Israel. Las protestas de los candidatos contrincantes que creen que hubo un monumental fraude electoral llegaron a las calles y han causado desmanes y muertes.

El Gobierno fundamentalista no encontró nada mejor que echar la culpa a la prensa extranjera de las manifestaciones y arremetió contra ella acusándola de ser agente foránea.  Ahmedineyad dijo que la prensa extranjera interfiere en asuntos internos y muestra una imagen negativa y errónea de Irán. Les han prohibido salir a las calles a cubrir las protestas a los corresponsales y enviados especiales, mediante un manifiesto del Ministerio de Cultura (¡vaya cultura democrática que profesan!). Los iraníes solamente reciben la virginal información oficial pero los ciudadanos con cámaras caseras y teléfonos celulares registran las imágenes y las entregan al mundo por vía Internet. Tal la democracia que profesan quienes tratan de convencer al Ayatola que su poder religioso se encuentra amenazado si gana la oposición.

Eso ocurre allá en el mundo mientras en el Ecuador se ventila un debate sobre la libertad de expresión.


Fuente:

elcomercio


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